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miércoles, 27 de agosto de 2014

Madre a media jornada

Mi trabajo (llamémosle Trabajo A), el remunerado, el que hago fuera de casa, suele ser a turnos, una semana de mañanas  y otra de tardes. Esto implica que mi otro trabajo, el de Madre (el que llamaremos Trabajo B) varíe según el turno que me toque en el A.



Cuando voy al Trabajo A por la mañana tengo que madrugar un montón. El trabajo es tranquilo y el horario bueno pero cuando llego a casa a las 15:00 me espera un pequeño saltamontes rebosante de energía que recibe a su madre muerta de sueño y de hambre entre saltos, brincos y gritos de emoción. Todo eso, por supuesto, me llena de orgullo y satisfacción pero ese momento no es más que el comienzo de una larga tarde de actividades interminables.

Lo primero que debo hacer nada más llegar es comer, comida que haya tenido que dejar prepara la noche anterior, de lo contrario la integridad física de mi pequeño correría peligro, con esos tiernos bracitos y esas orejitas tan apetecibles... Después, cuando las personas "sinhijos" se echan un rato en el sofá, tengo que empezar a preparar la merienda, poner alguna lavadora o adecentar un poco la casa. Todo esto, claro, con la inseparable compañía de mi cachorrito que hace que las tareas que una persona sola hace en media hora a mi me cueste hora y media, porque muchas veces él va deshaciendo lo que yo voy haciendo. No digo que lo haga por fastidiar, no, es solo para hacerlo más divertido, sobre todo para él!

Después hay que salir a la calle, ritual que nos cuesta 45 minutos porque no quiere ponerse los pantalones ni los zapatos y además tenemos el tira y afloja para sacar el juguete de turno, a cada cual más aparatoso.

Al final del día estoy tan exhausta que solo deseo meterme en la cama y que las horas no pasen para que no vuelva a sonar el despertador.

Sin embargo, cuando me toca el turno de tarde, mi Trabajo A sigue siendo la jornada completa pero el Trabajo B se reduce bastante. Para empezar duermo unas dos horas más por la mañana, mi despertador suena a la voz de Amaaaaaa!!!!! Me pongo en pie cual soldado al toque de diana y voy en busca de mi bebé, ya grandote, que me abraza y huele rico-rico. Me tomo mi tiempo para desayunar y acto seguido empieza el ajetreo porque para las 12:30 tengo que salir de casa ya comida y todo. Reconozco que las dos horas anteriores a salir de casa son un poco estresantes porque debo preparar comidas, hacer recados y entretener al peque, pero una vez me siento en el tren, el resto del día es solo para mí. Durante el trayecto puedo leer, escuchar música, mirar por la ventana o simplemente no hacer nada.

Para cuando vuelvo a casa ya es tarde, de noche, y me encuentro una casa tranquila y silenciosa donde hay un marido cansado y estresado pero que la mayoría de las veces me tiene la cena preparada. ¿Qué más puedo pedir? Sí, vale, estoy poco tiempo con mi hijo, pero tengo tiempo de sobra para recuperarlo porque, como ya conté una vez, trabajo a temporadas. Desde que soy madre el turno de tarde es mi semana de descanso, delego tanto que casi casi me entra cargo de conciencia, pero bueno, es simplemente que me convierto en madre a media jornada.


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